domingo, 1 de julio de 2007

Tercera Cruzada

En esta ocasión el que realizó el llamado fue nuevamente un Papa, Inocencio III. Al estilo de Bernardo, atacó primeramente los oídos de los reyes, en particular, Felipe II Augusto de Francia, Federico I Barbarroja de Alemania y (evidentemente!) Ricardo I Corazón de León de Inglaterra. El emperador alemán aceptó más o menos de buena gana, pero Felipe estaba horrorizado con la idea. No le cabía en la cabeza el abandonar sus deberes como monarca y enfrentarse a seguros desórdenes por parte de sus súbditos más poderosos (aunque el más poderoso era, curiosamente, Ricardo) y mientras tanto andar corriendo por todo el Oriente en medio de una aventura loca. Pero la presión de su pueblo y el deseo de no contrariar mucho al rey inglés, lo hizo empacar maletas. Así, tres reyes europeos partían a llevar nuevamente clamores de guerra a la Tierra Sacra.
Federico Barbarroja viajó por tierra, siguiendo una ruta similar a la de Godofredo de Bouillon un siglo antes (corría el año de 1190). Llegó a Constantinopla, y luego prosiguió por Asia Menor. Cuando se encontraba bañando en un riachuelo, una crecida capturó al rey y lo hundió, ahogándolo en el proceso. Después de este suceso, el ejército que venía con él se dislolvió.
Los otros dos gobernantes, mientras tanto, hacían la travesía por mar. Al llegar a Sicilia, Ricardo se enfrentó con Tancredo, el gobernante de la zona, aunque al final llegaron a un acuerdo. Luego continuaron hasta Chipre, que el monarca inglés se empeñó en conquistar, a pesar de los grandes retrasos que ya llevaba el viaje. Por fin, después de dar mil vueltas, la expedición tocó tierra en Tiro en 1191. Allí fueron informados que aparte de dicha ciudad, no era mucho lo que continuaba en manos cristianas. Los pocos soldados que permanecían en la zona estaban asediando Acre, y se le pidió a los reyes que colaboraran con esto. El ejército expedicionario partió al apoyo de sus correligionarios y a los pocos meses la ciudad cayó junto con toda la guarnición. Entonces, Ricardo propuso a Saladino que le entregaba los hombres a cambio de unas reliquias capturadas por los musulmanes durante sus incursiones. Saladino se demoró en su respuesta y esto llevo a que Corazón de León, completamente encolerizado, ordenara que llevasen a 2600 musulmanes de Acre, hombres, mujeres y niños, a las murallas y allí los ejecutaran. Fue un acto de barbarie que pocos islámicos olvidarían.
Felipe de Francia ya estaba bastante aburrido con esta situación. Ricardo se había autodenominado comandante en jefe de los ejércitos y había hecho a un lado al francés. Por tanto, éste retorno a su patria. Ricardo lo llamó desertor y dijo que en todo caso continuaría solo. Desde Acre empezó a recorrer toda la costa hacia el sur, tomando fortaleza tras fortaleza. Saladino estaba empezando a atemorizarse con los logros de este rey guerrero y decidió llegar a un acuerdo con él: le permitiría tomar posesión de toda la región costera, pero el interior, incluyendo Jersualén, seguiría en manos musulmanas. Ricardo meditó largo tiempo sobre esto, y mientras tanto sus ejércitos llegaban a la vista de la Ciudad Santa, pero en última instancia, aceptó. Se permitió que los cruzados cumplieran sus votos de visitar Jerusalén, y después la gran mayoría retornaron a sus países de origen (Ricardo tardaría en volver a sus dominios, pero esa historia es ajena a los hechos que se narran aquí).
La Tercera Cruzada había superado a la Segunda rotundamente, pues había salvado a los occidentales de ser expulsados de sus territorios orientales, pero, a consecuencia de los ataques de los campeones de la jihad, los Estados Latinos no eran más que un vago recuerdo y, lo que es peor, Jerusalén seguía en manos del infiel. Pero lo cierto es que ya los motivos místicos de la lucha en Outremer habían ido cediendo paso a los potierras, no importaba compartirlas con los otros. líticos: con tal de tener

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