sábado, 30 de junio de 2007

Octava Cruzada

La octava cruzada fue organizada por Luís IX, rey de Francia, en 1270. La octava cruzada es a veces contada como la sétima, si se cuenta la quinta y sexta de Federico II como una. La novena es a veces contada como parte de la octava.

Luís nota los eventos en Siria, donde el sultán Baybar estaba atacando los restantes estados cruzados. Baybar había tomado la oportunidad después de la guerra entre Venecia y Génova (1256-1260) que descuidaron los puertos sirios que ellas controlaban. Para el año 1265 Baybar había captura Nazareth, Haifa y otros cuidades. Hugo III de Chipre, rey nominal de Jerusalén desembarco en Acre para defender la ciudad, mientras Baybar marchaba al norte, a Armenia que estaba en esa época en manos de los mongoles.

Estos eventos llevaron a Luís a declarar una nueva cruzada en 1267, aunque esta vez hubo poca ayuda. Luís fue convencido por su hermano Carlos de Anjou para atacar Túnez primero, lo cual les daría una buena base para atacar Egipto.

En 1270 Luís desembarco en la costa de África del norte en julio, una época mala para el desembarco, el ejercito estaba enfermo de desinteria y en el 25 de agosto Luís murió de esta enfermedad. Sus ultima palabra fue “Jerusalén”. Carlos nombro a su hijo Felipe III como nuevo rey pero debido a su edad Carlos dirigió la cruzada.

La enfermedad hizo que se desistiera en el ataque a Túnez y fue abandonado el 30 de octubre con un acuerdo con el sultán. Con este acuerdo los cristianos podrían comercializar con Túnez y la residencia de monjes y sacerdotes se permitiría. Carlos se alió con el príncipe Eduardo de Inglaterra, quien había llegado. Eduardo continuo su ataque hacia Acre, fue el ultimo cruzado en Siria. Esta seria llamada la novena cruzada.

Las consecuencias de las cruzadas

La expulsión de los latinos de Tierra Santa no puso fin a los esfuerzos de los cruzados, pero la respuesta de los reyes europeos y de la nobleza a nuevas convocatorias de Cruzadas fue débil, y las posteriores expediciones se llevaron a cabo sin ningún éxito. Dos siglos de Cruzadas habían dejado poca huella en Siria y Palestina, salvo numerosas iglesias, fortificaciones y una serie de impresionantes castillos (ciento dos en total), como los de Margat (al-Marqab), en la costa de Siria, Montreal, en la Transjordania, el Krak de los Caballeros, cerca de Trípoli (edificado sobre una primitiva fortaleza llamada en árabe Hons al-Akrad), y tal vez el más imponente, con capacidad para una guarnición de dos mil hombres, y Belfort, a orillas del río Litani (sur del Líbano).

Se calcula que las cruzadas que tuvieron lugar entre 1095 y 1291 debieron costar en total unos dos millones de vidas humanas, o sea un 7% del total de la población europea que, en la Edad Media oscilaba en los 28 millones de personas.

Los efectos de las Cruzadas se dejaron sentir principalmente en Europa, no en el Cercano Oriente. Los cruzados habían apuntalado el comercio de las ciudades italianas, habían generado un interés por la exploración del Oriente y habían establecido mercados comerciales de duradera importancia.

Sin embargo, las cruzadas aumentaron esto considerablemente. Por ejemplo, en los siglos XII y XIII plantas y frutas hasta entonces desconocidos en el continente europeo como el arroz, el trigo sarraceno, las sandías, los melones, las berenjenas, las naranjas, los limones, los damascos y los albaricoques, así como la caña de azúcar, comenzaron a sembrarse.